El pasado 23 de mayo, las y los gobernadores de Morena llegaron a Palacio Nacional. El pretexto de la convocatoria era revisar cómo iba la incorporación al programa del IMSS Bienestar, pero no se trataba del tema principal. Detrás de la fachada, el objetivo fue sondear el status de los estados de cara a la elección judicial del 1 de junio pasado. La presidenta Sheinbaum les preguntó cómo iban y comenzó la rendición de cuentas, con énfasis en la Ciudad de México, el Estado de México y Veracruz, por la importancia de sus padrones electorales.

En corto y sin hacer un alarde que llegara a molestar a la anfitriona, varios de los convocados iban con una queja: ya traían déficit de recursos por repartir dinero a las estructuras y en la elaboración de los famosos acordeones, además de que, en general, el flujo del dinero ha sido lento desde que comenzó esta administración. Si no se retrasa el pago a los maestros, llega tarde lo necesario para pagar obras.

De acuerdo con dos de los asistentes que hablaron para esta columna, uno de los gobernadores expresó la molestia por la falta de medicamentos. En pocas palabras dijo que el gobierno federal ni los compraba ni daba dinero para comprarlos y que mientras, ellos quedaban en el limbo. El que llamó la atención fue Alfonso Durazo, de Sonora, pero por su casi absoluto silencio. Las fuentes lo atribuyen a que enfrenta la ley del hielo de Palacio por mantener sus alianzas con Julio Scherer, exconsejero jurídico de López Obrador.

De nada sirvieron sus posturas, que nunca llegaron a ser reclamos. La reunión terminó sin una respuesta satisfactoria, todos salieron agachando la cabeza y se comprometieron a operar la elección judicial con sus propios recursos y he ahí las consecuencias: la elección más desangelada en la historia reciente de México.

En otras palabras, las y los gobernadores se la cobraron a la presidenta Sheinbaum, explican las fuentes. El domingo pasado fue la historia del mínimo esfuerzo. Todos sabían cuáles iban a ser los resultados. Todos sabían que Hugo Aguilar traía la bendición de Palenque, aunque no tenían tan claro que fuera la primera opción. Todos sabían que Yasmín Esquivel ya se había sentado a amarrarse con los poderosos que tanto quieren combatir en esta reforma. Todos sabían que a Loretta Ortiz le iba a alcanzar para entrar, a pesar de que la describen como “perdida cognitivamente”. Todos sabían que a Lenia Batres había que limitarle su sensación de poder porque la creen capaz hasta de querer influir, junto con su hermano, para nombrar a un nuevo fiscal.

Las y los gobernadores se la cobraron a la Presidenta. Están molestos porque cuentan que en Palacio Nacional muchas veces tratan mejor a los de la oposición. Están molestos por los regaños en las giras al no resolver los reclamos de la gente, que luego se traducen en gritos contra la Presidenta. Están molestos porque cuentan que, salvo Omar García Harfuch, los demás secretarios de Estado son floreros que no dan respuestas o redirigen a Palacio Nacional.

Stent:

¿Qué hacen la alcaldesa morenista de Acapulco, Abelina López, y sus operadores entrando y saliendo de la oficina del empresario Oliver Fernández? Ni modo que tenga que ver con las obras que él trae en el puerto.

Claudio Ochoa Huerta

claudio8ah@gmail.com

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